Alicante se presenta
Mayo, lunes 6.
Isabel nos recibe en la puerta de la UITI, (Universidade Internacional para Tercera Idade), a las 9:30, que está ubicada en un palacete.
Iniciamos la visita por la escalera presidida por las fotos de la “avó” Celeste y su marido, Herberto de Miranda.
Cada sala tiene su nombre, pero los alumnos las conocen por el color de sus sillas. Una estrategia eficaz para que nadie se pierda a la hora de asistir a una determinada clase.
Nuestra presentación tiene lugar en la sala de “caderas vermelhas”.
Tras algún problemilla técnico, el díscolo puntero no quiere señalar. Luego que sí, pero se niega a hacerlo a la voluntad del ponente…hasta que un colega portugués encuentra la solución. Por un momento se ausenta de la sala y reaparece con una larga caña, perfectamente dócil para señalar el punto deseado.
Terminamos felizmente nuestras presentaciones, justo a tiempo para la siguiente clase.
Durante la comida, charlamos con Isabel, sobre la vida y los cambios sociales de nuestras sociedades. Sus coincidencias, sus diferencias.
Como la vida del becado no tiene reposo, tras una corta sobremesa, partimos a la plaza del Rossio y a la estación del mismo nombre, para tomar el tren a Queluz. En la plaza contemplamos la decoración en forma ondulada del pavimento que inspiró la de nuestra Explanada.
La misma simbología en las dos ciudades unidas al mar: el continuo ir y venir de las olas.
Un precioso edificio en blanco y celeste nos recibe: El palacio de Queluz. Incontables salas de usos diferentes con una decoración exuberante y jardines que se de extienden a su alrededor.
De vuelta paramos en la plaza del Rossio, donde Felicio continuó desvelando secretos de la ciudad. ¿Quién diréis que contempla Lisboa desde lo alto de su pedestal, dominando la plaza? ¿Pedro IV? ¡Qué confundidos estáis!
Fijaos mejor en su atuendo y en su barba.
¿Qué no podéis distinguir los detalles desde aquí abajo? Entonces…buscad a Felicio. Él os lo contará.
Isabel nos recibe en la puerta de la UITI, (Universidade Internacional para Tercera Idade), a las 9:30, que está ubicada en un palacete.
Iniciamos la visita por la escalera presidida por las fotos de la “avó” Celeste y su marido, Herberto de Miranda.
Cada sala tiene su nombre, pero los alumnos las conocen por el color de sus sillas. Una estrategia eficaz para que nadie se pierda a la hora de asistir a una determinada clase.
Nuestra presentación tiene lugar en la sala de “caderas vermelhas”.
Tras algún problemilla técnico, el díscolo puntero no quiere señalar. Luego que sí, pero se niega a hacerlo a la voluntad del ponente…hasta que un colega portugués encuentra la solución. Por un momento se ausenta de la sala y reaparece con una larga caña, perfectamente dócil para señalar el punto deseado.
Terminamos felizmente nuestras presentaciones, justo a tiempo para la siguiente clase.
Durante la comida, charlamos con Isabel, sobre la vida y los cambios sociales de nuestras sociedades. Sus coincidencias, sus diferencias.
Como la vida del becado no tiene reposo, tras una corta sobremesa, partimos a la plaza del Rossio y a la estación del mismo nombre, para tomar el tren a Queluz. En la plaza contemplamos la decoración en forma ondulada del pavimento que inspiró la de nuestra Explanada.
La misma simbología en las dos ciudades unidas al mar: el continuo ir y venir de las olas.
Un precioso edificio en blanco y celeste nos recibe: El palacio de Queluz. Incontables salas de usos diferentes con una decoración exuberante y jardines que se de extienden a su alrededor.
De vuelta paramos en la plaza del Rossio, donde Felicio continuó desvelando secretos de la ciudad. ¿Quién diréis que contempla Lisboa desde lo alto de su pedestal, dominando la plaza? ¿Pedro IV? ¡Qué confundidos estáis!
Fijaos mejor en su atuendo y en su barba.
¿Qué no podéis distinguir los detalles desde aquí abajo? Entonces…buscad a Felicio. Él os lo contará.





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